El trabajo consciente sobre nuestros valores de vida.
(Pablo Munguía - Diciembre de 2020)
Todo ser humano opera con dos niveles de valores de vida, los
llamados valores básicos y los llamados valores complementarios, el
conocimiento de que existen estos valores y el trabajo consciente para el
desarrollo de éstos es fundamental para permitir y favorecer un sano
funcionamiento psicológico, lo que se refleja en nuestra calidad de vida.
Los llamados valores básicos son dos y estos son:
1. La supervivencia (intentar vivir el mayor tiempo
posible), y
2. El hedonismo (la búsqueda de la felicidad), tanto
en el presente como a mediano y largo plazo.
Sin la presencia de estos dos valores básicos la vida no
sería posible, aún sin el conocimiento de la existencia de estos valores y por
peores que sean las circunstancias que enfrenta una persona, siempre alberga la
esperanza de vivir y de ser feliz, cuando no existe felicidad en nuestra vida,
sabemos intuitivamente que algo no está bien, al grado que el deseo natural de
supervivencia (intentar vivir el mayor tiempo posible) puede ser destruido.
Los llamados valores complementarios de vida deben ser
desarrollados y consolidados a lo largo de nuestro ciclo vital, para que
nuestra sobrevivencia o nuestra vida transcurra de la mejor forma posible, pongo
énfasis en el hecho de que estos valores complementarios deben ser
desarrollados y consolidados a lo largo de nuestra vida, lo anterior exige una
intervención consciente de nosotros para que mediante un proceso educativo
estos valores puedan ser adquiridos. Los principales valores complementarios
cuyo fin es garantizar nuestra supervivencia siendo felices son:
Autoaceptación incondicional: cambiar exigencias por preferencias
en lo que se refiere a uno mismo (aceptar lo irremediable y mejorar lo
posible).
Aceptación total hacia los otros o las circunstancias de la
vida: para aceptar lo
que es como es y no como no es.
Autorresponsabilidad por nuestros pensamientos, emociones y conductas.
Tomar conciencia de que tenemos una tendencia natural a caer
en actitudes irracionales contraproducentes; pero, también, de que podemos
elegir en cada momento adoptar actitudes racionales, realistas y sanas.
Reconocer que estamos determinados en parte, pero que también
tenemos libertad para elegir.
Ser tolerantes: reconocer el derecho a equivocarse, en uno mismo y en los
demás.
Tener un buen nivel de tolerancia ante las frustraciones: cambiar exigencias por preferencias
con respecto a las cosas que no nos gustan de la vida y de las otras personas.
No tener reglas rígidas, estar abierto al cambio y aceptar la incertidumbre
como una característica de la realidad.
Visión del yo como potencial: tener claro que podemos aprender,
desarrollar habilidades y mejorar en muchas cuestiones.
Interés en uno mismo en primer lugar, combinado con interés por los
demás.
Dirección de la propia vida, sin pedir demasiado a los demás y sin dejarnos
manipular por ellos.
Atreverse a intentar lo que se desea, sin quedar paralizados por el
riesgo de “fracasar” o por el hedonismo inmediato (hacer sólo lo que nos resulta
atractivo en el momento).
Comprometerse con actividades creativas o humanitarias, que nos ilusionen y que absorban
una parte importante de nuestro tiempo y energía.
Procurar mantener una actitud racional, pensando en forma realista,
científica, clara y flexible.
Aprender, desarrollar y consolidar estos valores, es un
trabajo que debe ser dirigido de manera consciente en cada una de las etapas de
nuestra vida, cómo seres humanos no es algo que hayamos aprendido en el sistema
educativo formal, sin embargo, hoy en día la enseñanza de estos valores es algo
que es posible en instituciones de desarrollo humano serias, nunca se debe
perder de vista que el dominio de estos valores es fundamental para poder tener
una vida feliz que nos ayude a vivir el mayor tiempo posible.
Te invito a que hagas una pausa en el camino y reflexiones
sobre la importancia de trabajar en tu desarrollo humano, la calidad de tu
felicidad depende en gran medida de ello.